Vivimos
permanentemente en la dialéctica de polaridades. Bueno o malo, blanco o
negro, pasado o futuro, femenino o masculino, ... Estamos siempre
eligiendo, como si una opción excluyera a la otra, y fueran
independientes. Nos han enseñado a entenderlo y hacerlo así. Y vivimos
en una constante contradicción entre antagonismos.
Sin embargo, podemos usar estas contradicciones, expectativas e incluso quejas que surjan en las relaciones con los demás para ayudarnos cada un@
a dejar de identificarnos con cada uno ude los extremos y pasar a la
naturalidad. Tenemos mucha materia prima para poder hacer este trabajo,
cada dia, toda la vida. Lo voy exponiendo por partes.
Vemos
el mundo y lo concebimos fraccionado, y las fracciones se distribuyen
de un extremo al otro. Termina siendo complicado pues entendemos que una
opción excluye a la otra u otras. Sin embargo, la creencia de las
polaridades está asentada en una realidad única, sin que nada quede
fuera de nuestras posibilidades, sin exclusiones. Podemos ser buen@s y
podemos ser mal@s, a la vez. La visión de los opuestos y complementarios
forma parte de una realidad única donde todo está unido y conectado.
Si
centramos esta mirada única en cada un@ de nosotr@s, aún viviendo en
esa dualidad de chicos por un lado y chicas por el otro, cambia mucho lo
que hemos aprendido. Aún reside en nuestro inconsciente que lo
masculino es de los chicos y lo femenino de las chicas, segmentando
nuestras posibilidades como si fueramos parte de una estadística.
Incluso reaccionamos con el opuesto para llevar la contraria. Incluso
nos molestan las maneras del otro y otra, descalificandolo.
Cómo
podemos usar lo que nos moleste de los demás para nuestra evolución?
¿Como podemos usar el reflejo que vemos en otros para conocernos a
nosotr@s mism@s?
Según
Carl Gustav Jung, en el inconsciente colectivo hombres y mujeres
tenemos algo unos de las otras y viceversa, aprendido de la cultura
común, de madres y padres, de los hombres y mujeres de nuestras vidas.
Por tanto, si nos abrimos a ampliar nuestras capacidades, sólo hemos de
observarnos en estado natural, sin clasificaciones ni asignaciones de
cualidades asignadas a mujeres u hombres. Todo hombre lleva con él una
parte femenina, y toda mujer una parte masculina, como el yin y el yang.
Como
nos resulta un tanto dificil, por costumbres adquiridas, no poner
etiquetas a lo que observamos, propongo un método de autoconocimiento y
conciliación de nuestra dualidad, en concreto aplicado a nuestro
masculino y nuestro femenino.
Cuando el comportamiento o actitud de un hombre o una mujer nos provoque una fuerte reacción, sea una molestia o ensalzamiento, tengamos razón o no en nuestra observación:
1.
Tomemos nota de esa situación y emoción: ira, idolatria, odio,
euforia,...que nos molesta, o ensalzamos en exceso. No aconsejo más de 5
apuntes a lo largo de un dia. Nos quedamos con los casos que se repitan más.
2.
Buscamos una ocasión tranquila y retirada en el dia para revisarlos.
Comenzamos preguntándonos, no importa si somos hombre o mujer ¿Qué me
molesta de esa persona? ¿Qué le critico?¿La mujeres hablan mucho? ¿Este
hombre es un mandón? ¿Esta mujer está loca? ¿Los hombres son todos
iguales?
3.
Y seguimos buscando respuestas a ¿por qué me molesta tanto lo que ha
hecho o dicho este hombre o esta mujer? o ¿por que le idolatro?
Exista en esa persona
un motivo de peso, o no, que llame nuestra atención, lo que los demás
nos muestran, como espejos, es el exceso emocional que llevamos dentro
al reaccionar como no solemos hacerlo en otros casos; al darnos cuenta
ahora, le ponemos un nombre en cada caso. En nuestro interior, oculto,
está la semilla de lo que nos provoca ese repudio o idolatria, esa
emoción excesiva. La causa está motivada por algo mas, en el pasado, por
alguien más o por algo más. Una palabra, un estilo, un sonido, un
gesto, una reacción de esta persona nos lo recuerda y proyectamos en él o
ella la emoción original. Pero la causa no es él o ella; aunque suene a
tópico, la causa está dentro de cada un@ de nosotr@s.
Al
poder ver en los demás lo que llevamos dentro, podemos ir identificando
nuestras emociones, poniéndoles nombre, y reconociendo su detonante,
para desvincularlas de las demás personas, sino más bien encontrar
dentro lo que ha quedado oculto, y al sacarlo a la luz, encontrar su
solución.
Cuando
cada proyección en los demás es entendida, comprendido su origen,
podemos crearnos un plan de desidentificación con algo que ha sucedido
en el pasado pues ya somos otra persona. Podremos crearnos un plan de
disolución, cada vez que surja esa reacción ante un recuerdo a través de
alguien: Puede no gustarnos lo que haga, pero nuestra opinión no
provocará una reaccion hasta ahora inconsciente, pues la reconocemos y
gradualmente la podremos ver en la distancia, sin que nos efecte tanto.
Gestionaremos nuestras emociones al ver cualidades masculinas y
femeninas en los demás que, aunque necesiten ser mejoradas, las veremos
en hombres y mujeres que como cada un@ de nosotr@s están aprendiendo, y
podremos elegir de modo consciente las mejores maneras para aplicárnos
esas cualidades reflejadas, para ser mejores, para crecer, dejando a los
demás con su elección o en su inconsciencia.
Sanamos
así lo masculino y femenino que hemos aprendido desde la niñez, en los
hombres y mujeres de nuestro entorno, y nos acercamos a usar del modo
más sano unas cualidades u otras, en la medida que necesitamos, sin el
desprecio o fervor a que nuestros precedentes nos imponian. Nos hacemos
más libres. Nos reconciliamos por dentro, y somos más tranquil@s en el
trato con los demás afuera.
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