La Esencia y la Filosofia de Terra Nuova

El propósito de TerraNuova es convertirnos en seres más completos. Actuamos dando a conocer y desarrollando, con métodos vivenciales y creativos, el sentido de los valores femeninos de un modo consciente. Asimismo, haciendo emerger los principios femeninos, y de algún modo los masculinos que portamos dentro, hombres y mujeres, equilibrándolos y normalizándolos, podremos finalmente disolver, de modo gradual, nuestra dualidad, integrando nuestros opuestos..

sábado, 15 de noviembre de 2014

EL SENTIR Y LA ESPIRITUALIDAD, y la Abuela Margarita









No es suficiente percibir, o acurrucarse, en un mundo interior que nada tiene que ver con la realidad que nos rodea. Tampoco es apropiado enunciar más filosofías o doctrinas desconectadas de la experiencia directa. Si hemos de alcanzar a la humanidad, necesitamos descender a los niveles en donde ella se encuentra, como tan bien nos ilustra el cuento de Pistis Sofía, el tratado gnóstico cristiano. Hemos de ensuciarnos las manos.
Si pretendemos cambiar el terrible estado de los asuntos en el mundo de hoy, tenemos que descender profundamente a sus raíces. Esto quiere decir que necesitamos vivir esas experiencias y hacerlas nuestras, para que la verdadera empatía y solución realista pueda ser alcanzada. Este es el camino de la madre que va a los confines del mundo para rescatar a su hijo. La espiritualidad hoy no se trata de escapismo; empezando por el nuestro, es trabajo de rescate puro y simple. Requiere resistencia. Esto no quiere decir que tenemos que ir a los barrios bajos de Calcuta, o arriesgar nuestras vidas en la África profunda. Algunas de ustedes se convertirán en “Navy Seals” y administradoras de corporaciones; otras permanecerán invisibles pero aún así emitirán ondas de sanación, un estado de ser iluminador, sin reconocimiento, desde dentro de la familia, la escuela, o tu propio ordenador. Una vez se haya hecho el vínculo entre la Conciencia superior y la realidad común, nuestro propio contacto a nivel de alma es suficiente para generar el impulso para ser útil, consciente y empática. La facultad de sentir nítidamente y responder al mismo nivel requiere conciencia, desarrollo deliberado y una disponibilidad para el servicio. También requiere humildad para reconocer cual sea nuestra forma particular de rendir servicio. Toda la vida tiene la capacidad de sentir, pero solo el ser humano es capaz de combinar niveles complejos de sentimiento con actividad inteligente. Por esta razón somos los custodios de la vida. El trabajo de la humanidad es el de descifrar y evaluar la percepción y actuar sobre el resto de la creación, reconstruyendo y mejorándola. La cualidad de vida que damos depende enteramente en el nivel y la calidad de la conciencia humana que demostramos como presencia-sentimiento. Cuando el coeficiente es profundo y la conciencia es refinada, más éticos y grandes serán los resultados prácticos. En cada idioma, el significado de la palabra “sentir” es ambiguo. A veces se equipara a pensar, en otras con la sensación física. Un regalo de dinero o el efecto estimulante de hormonas muchas veces se traduce en “amor”. Lágrimas de gratitud se mezclan con lágrimas de tristeza, la risa alegre con una sarcástica minimización. Nos quedamos en un mundo dudoso de estándares de doble cara, en dónde “amor”, “sentir” y vivir una vida común equivalen a puro hedonismo. La espiritualidad de la nueva era no está exenta de esto. En un esfuerzo por incluir a todos sin levantar polvo, escuelas y círculos espirituales minimizan los aspectos comunes de la personalidad. No toman en consideración que es precisamente en la personalidad donde se genera el impulso y la calidad del sentir que marcarán una diferencia en nuestro mundo. La mayoría de la enseñanza espiritual aboga por una filosofía de vivir en paz y dejar que los otros vivan su vida, que está en aparente contradicción con sus prácticas de silencio y auto-control. Para una mujer, y para el mundo como se encuentra hoy, esto no es solo una imposibilidad, es absurdo. Al sentimiento, se lo considera innecesario y molesto, se lo tilda de “emocional”. Por otro lado, se le presta poca atención a la persona más mental. En verdad, cada uno ilustra un intento exagerado por sentir-evaluar que ha adquirido matices personalistas. El sentir es algo profundo e interno. Está conectado con la sensación pero se relaciona a un fenómeno recurrente que no es físico, pero tan vital como lo es la respiración a la vida. Se le percibe como emoción y aún así apunta a una cualidad universal que trasciende el yo. Su real emanación es invisible, vinculando al individuo con la red de vida sintiente en todas partes, desde la humana y la estelar, a la solar. No juzga y siempre responde en la misma frecuencia. Una persona con una baja tolerancia de sentimiento no puede percibir la sutileza e interpreta una manifestación de calor como siendo algo irrelevante o de excesiva emocionalidad. Viceversa, una persona viciada en los excesos de la emoción no podrá captar las suaves tonalidades de la profundidad de una persona de carácter sereno. El verdadero sentir no es un fenómeno parcial que puede ser graduado para adaptarse a la situación. Sentimos plenamente o no sentimos. No podemos sentir “un poco”. Si resistimos, sea lo que sea con lo que interactuamos, esto estará colorido por el tono de nuestro rechazo. El verdadero sentir profundo consciente revela una amplia gama de frecuencias delicadas que nos rodean. No podemos planificar o producir el sentir. Cuando aprendamos a sentir todo como nuevo, fresco, entonces podremos percibirnos a nosotros mismos y a través nuestro el mundo a nuestro alrededor como es, en vez de cómo lo imaginamos o tememos que sea. A menudo el incentivo para convertirse en una persona más sensible viene por medio de nuestra relación con el otro. En nuestro deseo por agradar y extender el estado de éxtasis y seguridad que la relación ofrece, percibimos por instantes la naturaleza del sentir. Descubrimos, a veces dolorosamente, que sólo podemos dar lo que somos. Más claramente, sólo podemos sentir en el otro lo que nos permitimos sentir en nosotros. Nuestra incomodidad frente a la profundidad es inquietante. Los adultos hoy son la consecuencia de un mundo que no pudo o no supo permitir una sensibilidad profunda. ¿Cuántos padres permiten que su niño de ocho años llore sin inmediatamente tratar de arreglarlo todo? ¿Cuantos amigos se quedan a tu lado, permitiéndote sentir desesperación o ira sin insistir en que todo estará bien? ¿Cuántas de nuestras amistades nos ofrecen clichés automáticos cuando lo que realmente necesitamos es el espacio para vivir la experiencia directamente? Nos privamos el uno al otro de autenticidad porque no podemos identificar la nuestra. Sea miedo, duelo, o ira, nos privamos los unos a los otros de la experiencia de intensidad, porque no podemos sustentar la nuestra. Enseñamos control sutilmente y lo imponemos como un prerrequisito al amor y la aceptación. Sería fácil sentarnos con nuestro ser amado y por medio de nuestra mera presencia sustentarlo lo suficiente para que pueda abrazar e integrar su propia experiencia, sea ella la que sea. Pero es lo más difícil para la mayoría de las personas. En niveles más íntimos interiores el sentir es una fuerza de sanación. Es Luz. La Conciencia superior es una facultad del corazón, no del intelecto. La calidad del sentir necesaria para el desarrollo de la Conciencia abraza la totalidad de la vida, porque sabe que la vida contiene alegría y dolor, amor e ira, el día y la noche. Tal persona será capaz de evaluar neutramente y corresponder con precisión, distinguiendo una emoción de una sensación, una premonición y una intuición de una memoria catalizada o un sentimiento proyectado. En este estado se saber-sentir, aparecen las soluciones. Existe un abismo entre la vulnerabilidad que requiere coraje y confianza en el ser interior, y la debilidad. El verdadero poder se obtiene por medio de la experiencia de la vulnerabilidad. La vulnerabilidad y la fuerza son dos lados de la misma moneda, así como la debilidad y la agresión son dos caras de su falsificación. Lo que distingue los dos conjuntos de respuestas a la vida es la calidad y profundidad de la resonancia del sentir. La vida consiste de múltiples niveles y cualidades de experiencia. El mundo se desvela a nuestro alrededor pero también dentro nuestro. Todo se relaciona a todo el resto. La sensibilidad emotiva colorea todo. Cuando no sentimos plenamente no estamos siendo verdaderos a nuestra naturaleza, a la vida, o el uno con el otro. La naturaleza misma del sentir es intensa. La plenitud del sentimiento nos permite sentir otra persona, aunque la experiencia del otro sea diferente de la nuestra. La abrazamos como la nuestra propia porque partimos de un mecanismo de sentimiento flexible que está naturalmente conectado a toda vida sintiente. La evolución depende de una masa crítica de la humanidad compartiendo una visión de realidad y trabajando unida. Esto envuelve todo tipo de personas y temperamentos, ideas, credos y creencias. ¿Cómo podemos respetar otra persona si no la abrazamos como es? ¿Con qué cara podemos defender un estado de indiferencia y condescendencia como “espiritual”? El ciclo femenino venidero ofrece otra perspectiva. En vez de que nada nos importe mucho, estamos en un mundo en donde todo importa mucho, a alguien. Y si le importa a alguien, entonces también deberá importarnos a nosotros. Según evolucionamos nuestra capacidad individual de sentir, evaluar y compartir, la humanidad expande en Conciencia. La paz sólo llega cuando los opuestos han sido asimilados en conciencia. El camino de la libertad es individual y vivencial para comenzar, pero se transforma en colectivo, humano y finalmente humanitario. La persona evolucionada revela un foco de energía en expansión alrededor de un yo capaz de lidiar no sólo con lo práctico y creativo de la vida cotidiana, sino también con las realidades intangibles de la vida universal. O sea en sensibilidad emotiva. La recompensa es la Humanidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario