La nave se está hundiendo pero la gente tiende a estar más ocupada en mantener el estatus que en salvarse; en defender lo poco que les queda, aunque se haya visto lo poco que vale, que en la transformación, en dejarlo todo y empezar a construir de cero.

Claudio Naranjo estudió medicina, psiquiatría y música y acabó
convirtiéndose en un referente mundial en la investigación de la mente
humana. Integrador de la sabiduría tradicional y científica, oriental y
occidental, y el conocimiento histórico, antropológico, sociológico,
psicológico y espiritual del ser humano. Creador del programa SAT, en
principio dirigido a profesionales de la psicoterapia y derivado en un
programa de transformación individual y social para uso personal y en el
ámbito educativo. Autor de más de 20 libros, traducidos a varios
idiomas.
"La única salida a esta crisis es la transformación interior".
La crisis actual ha tambaleado muchos cimientos del sistema y ha acabado revelando algunas de sus muchas fisuras. El comunismo se hundió por sus fallos de funcionamiento pero el capitalismo no parece salir mejor parado. Llevamos siglos cambiando gobiernos, haciendo revoluciones políticas y sociales pero nunca llegamos a buen puerto quizás porque nos olvidamos de las transformaciones más básicas y elementales que tienen lugar en la revolución personal.
Tenemos el mundo que tenemos por el tipo de conciencia que se
desarrolla a través de la educación, según Claudio Naranjo. Y si
queremos salir de verdad de esta crisis económica, social y humana hemos
de superar el ego individualista e iniciar una auténtica transformación
interior.
¿La civilización está enferma? ¿De qué?
El mal de la civilización es la mente patriarcal. Y no me refiero sólo
a la sociedad patriarcal que hace que los machos predominen sobre las
mujeres y tengan un acceso más fácil al poder y a la economía. Me
refiero a una forma de mentalidad que actualmente ya todos compartimos,
hombres, mujeres y niños, contaminados por el mismo virus.
¿A qué nos referimos exactamente, con esa "mentalidad patriarcal"?
A una pasión por la autoridad. Por el ego, el ego patrístico, un
complejo de violencia, desmesura, voracidad, conciencia insular y
egoísta, insensibilidad y pérdida de contacto con una identidad más
profunda.
Hay quien cree que todo esto forma parte de la naturaleza humana y que siempre ha sido así.
Pues
no. Hay indicios de la existencia de un pasado matrístico, y aún hoy
existen algunas sociedades indígenas de estas características que no
funcionan en absoluto con estas directrices y valores que conocemos en
la civilización. Esta mente, lejos de ser inherentemente humana, en
realidad empezó a gestarse hace sólo unos 6.000 años, cuando, ante una
crisis de supervivencia, ciertas poblaciones agrícolas arcaicas
indouropeas y semitas tuvieron que volver a hacerse nómadas y acabaron
convirtiéndose en comunidades de guerreros depredadores.
¿Y cómo se manifiesta esta mente patriarcal?
En unas relaciones de dominio-sumisión y de paternalismo-dependencia,
que interfieren en la capacidad de establecer vínculos adultos
solidarios y fraternales. El cerebro patriarcal-racional llama a la
competencia, mientras que el femenino llama a la cooperación. Esta
dependencia y obediencia compulsiva (a los gobiernos y al poder en
general) no sólo son enajenadoras para el individuo sino que constituyen
distorsiones, falsificaciones y caricaturas del amor.
Pero las cosas pueden ser de otra manera. Usted dice que, en realidad, somos seres "tricerebrados".
Efectivamente.
En un lenguaje anatómico, poseemos un cerebro instintivo, que
compartimos con todos los reptiles; emocional, como el resto de los
mamíferos, y el racional, que es el último que se ha desarrollado y, sin
embargo, ha acabado imponiéndose a los otros dos. Es como si en nuestro
interior lleváramos a tres personas: una de tipo intelectual-normativo,
que sería el padre; una persona emocional, que representa el principio
del amor, que es la madre, y una instintiva, que sería el niño. Pues
bien, en la sociedad actual, lo que denominamos la civilización,
predomina el cerebro racional y tiene lugar el imperialismo de la razón
sobre lo emocional y lo instintivo.
Pero esta razón que impera, ¿es realmente racional o más bien irracional?
Ahí has dado en el clavo, porque en realidad no es racional ni
inteligente, desde el punto de vista de los resultados en el bienestar
social y personal. Ha corrompido conceptos como la inteligencia, la
eficacia o la racionalidad misma. Es una mente rígida, aislada,
autoritaria y normativa que busca resultados y ganancias a corto plazo,
pero ganancias desde el punto de vista competitivo, materialista o
consumista, no en cuanto al bienestar profundo, desarrollo personal o
convivencia con el medio. Y, en consecuencia, toda la educación está
sujeta a este paradigma racionalista.
Que se manifiesta en...
En considerar la educación un mero traspaso de información, alejado de
objetivos como el autoconocimiento, que debería ser prioritario. Y así
vemos cosas en la escuela como que un niño o una niña llora y le llaman
la atención.
Y si se ríe le echan de clase.
Las emociones están prohibidas. Y lo instintivo aún más. Y sin
embargo, para que la persona esté sana en una sociedad sana sería
preciso el equilibrio entre los tres cerebros. Armonizar los binomios
competencia/colaboración, agresión/ternura. Desarrollar una sana
agresión en vez de la agresividad depredadora imperante. Y sobre todo
desarrollar la capacidad amatoria, la ternura.
¿Estamos en el camino? Usted habla del ocaso del patriarcado.
Por una parte, vemos que el autoritarismo en las familias disminuye y
también el de los gobiernos. Pero han cogido el poder las empresas y su
control en la sombra es enorme. Pero quizás sí, podemos decir que la
nave se está hundiendo pero la gente está más ocupada en mantener el
estatus que en salvarse; en defender lo poco que les queda, aunque se
haya visto lo poco que vale, que en la transformación, en dejarlo todo y
empezar a construir de cero.


Por eso insiste usted tanto en la importancia de la educación.
Claro, porque es más fácil prevenir que curar. Hemos de prevenir la
destrucción de la mente. La educación actual cuenta con una agenda
implícita que requiere que los niños sean igualitos a los papás, cuando
los papás son el problema. Decimos que la educación es para transmitir
nuestros valores y no nos damos cuenta de que estamos transmitiendo
nuestras plagas.
¿Y esto es responsabilidad de la escuela, de la familia, de los medios?
De las autoridades en todos estos ámbitos, desde los profesores
quemados hasta la misma opinión pública. Los padres aspiran a que sus
hijos triunfen en este mundo de competencia económica, no importa que
también sea un mundo de pobreza creciente mientras que no les toque a
ellos. Prefieren la educación que sirve como una máquina de
certificación. No les interesa educar sino servir al mundo del trabajo.
Insisten en que desean el bien de los hijos pero en realidad no les
interesa el bien de los hijos más que como eficacia en los negocios.
Tenemos el mundo que tenemos por el tipo de conciencia que se desarrolla
a través de la educación, que es una educación implícitamente
explotadora.
Es usted muy crítico con la educación y muy en especial con los educadores.
Porque no considero educación el mero traspaso de información, como
una forma más de producción, de formación y explotación de nuevos
trabajadores, que es en lo que consiste la escuela actual. Debemos
volver a las raíces de la educación como autoconocimiento, en la
búsqueda de ese "conócete a ti mismo" de Sócrates. Al autoconocimiento
transformador que posibilite el cambio.
Sin embargo, hay algunas iniciativas educativas diferentes, como por ejemplo las escuelas internacionales de Krishnamurti.
Sí, pero aún esas escuelas llegan hasta el debate, y eso está bien,
porque por lo menos te da la oportunidad de aprender a pensar por ti
mismo. Pero el debate en sí no transforma nada. Hay que integrar
procesos de autoconocimiento transformador.
La transformación individual para transformar y sanar la civilización.
No
hay cambio posible sin pasar por el autoconocimiento individual. Siglos
y siglos de cambios sociales y políticos han fracasado porque han
pasado por alto el cambio de las personas. Sólo podemos sanar el tejido a
través de las células, las personas. Y para eso tenemos que sembrar la
semilla en la escuela. Pero ha de ser una nueva escuela que tenga en
cuenta los tres aspectos de las personas: el conocimiento, la salud
amorosa y la salud instintiva.
Suena diferente.
Pero necesario, si queremos transformar las cosas de verdad. El otro
día me invitaron a dar una conferencia en una universidad, y antes de
empezar me pidieron que evitara los temas espirituales y los
psicológicos y me limitara a la pedagogía. Chocante. La educación se
resiste a integrar lo transcendental-espiritual y lo terapéutico y sigue
considerándolo un campo ajeno porque, de lo contrario, complicaría las
cosas. Y es cierto, las complicaría un poco, porque significaría
permitir que las personas piensen por sí mismas. Así que no se asume el
riesgo. Claro que no se calcula el precio.
¿Y cuál es el precio?
La infelicidad colectiva.
¿Y qué podemos hacer?
En primer lugar, reconocer que es un hecho que los niños llegan cada
vez más emocionalmente dañados al colegio. En muchos casos los padres
están ausentes de la educación de los hijos. Escasea el tiempo libre y
casi no se disfruta del ocio, y mucho menos compartido en familia. Y sin
embargo, el ocio está ligado al crecimiento y al espíritu, ya que te
ofrece la oportunidad de estar contigo mismo.
¿Qué más?
Reconocemos también que están faltos de amor y de esa parte del saber,
no científico, la sabiduría que nos permite tomar buenas decisiones en
la vida. Decisiones que nos conduzcan de verdad a ser más felices.
¿La escuela tiene que ocuparse de todo esto?
Sí, la escuela tiene que incorporar ese aspecto humanizante. Revelar
la insatisfacción latente y canalizarla. No sólo para sacar a flote este
sistema económico en crisis sino por el coste personal y de
sufrimiento.
¿A qué se refiere con revelar la insatisfacción?
Porque
detrás de toda búsqueda hay una insatisfacción y si queremos iniciar
una búsqueda personal hacia el autoconocimiento y la transformación
debemos ser conscientes primero de que este estado de cosas no nos
satisface. La insatisfacción está ahí, bien latente y bien visible, lo
que pasa es que el consumismo nos da respuestas del tipo: cómprate un
coche mejor, cambia de casa, de ciudad, de pareja, de trabajo. Pero no
vale la respuesta del consumismo porque la insatisfacción, así, no sólo
no se resuelve sino que acabamos haciéndonos adictos a ella, que en
realidad es lo que necesita el sistema: que seamos unos obedientes
consumistas insatisfechos crónicos. Necesitamos respuestas más profundas
que nos lleven a hacer cambios significativos.
Tengo la impresión que tanto en la escuela como en la familia no siempre está bien vista la búsqueda ni la insatisfacción.
Y
así es. Porque nuestra cultura no reconoce la búsqueda como un valor
sino como un síntoma. Sólo se admite si está en el camino de la ambición
profesional, pero si es algo indefinido, que es como tiene que ser la
búsqueda en estado puro, enseguida se etiqueta. Dicen "qué persona tan
inquieta", y se la ve rara. Si además es muy apasionada, la búsqueda no
comprendida ni apoyada se hace dolorosa y acaba en la consulta del
psiquiatra. Cabe la posibilidad de que se acabe interpretando como un
síntoma esquizofrénico, angustia, etc., cuando en realidad no es más que
la insatisfacción natural ante la vida alienada, separada y
desestructurada que llevamos.
¿De qué manera podemos actuar desde la familia?
Lo máximo que pueden hacer los padres por sus hijos es ocuparse de su
propio desarrollo personal. Que el padre y la madre se desarrollen como
personas y sean el ejemplo. Que no aspiren solo a que el hijo o la hija
traigan buenas notas a casa. Que tomen conciencia de todo eso que está
faltando en la educación y parece que nadie lo nota.
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